"Lo has hecho antes y lo puedes hacer ahora. Mira
las posibilidades positivas. Redirige la energía de tu impotencia y vuélvela en
una determinación positiva y efectiva".-Ralph Marston.
Tolerar la
frustración es enseñar a los niños a aceptar que las cosas no siempre salen
como a uno le gustaría. Recientemente, en la prensa se citaba cómo el Papa Francisco se lamenta de que hay jóvenes «que parecen jubilados, que tiran la toalla»; También, en la prensa se habla a menudo del "efecto desánimo", que lleva a muchos jóvenes, con paros prolongados, a no querer acudir a las oficinas de empleo para buscar trabajo.
Los
jóvenes en edad escolar no son ajenos a estas situaciones, y es frecuente
escuchar cómo muchos jóvenes "arrojan la toalla” y no son capaces de
afrontar tareas, no siempre complejas o difíciles, y tienden a justificarse..
Estas situaciones conllevan frustración. La frustración es un sentimiento
de impotencia, una respuesta emocional que emerge cuando ciertos deseos y
expectativas no pueden ser cumplidos. Junto con la ira, la frustración es una
de las emociones humanas más comunes, que si no
aprendemos cómo manejarla y eventualmente cómo superarla, acarrea un
sentimiento de decepción y desmotivación en metas y proyectos .
¿Por qué se produce?
- Percepción distorsionada; En muchas ocasiones los jóvenes centran preferentemente su atención en determinados aspectos negativos de las tareas.
- Falta de control de la situación; no se sienten los jóvenes con los hilos y argumentos que se producen en las situaciones cotidianas.
- Incapacidad de soportar el malestar que implica afrontar situaciones difíciles o complejas. La mera percepción de dificultad les lleva a sentirse mal ...
- Falta de claridad en las metas y objetivos. No tienen claro dónde, cómo y por qué hay que afrontar determinadas situaciones.
¿Es posible trabajar la frustración?
La tolerancia a la frustración es una virtud que necesita tiempo y
paciencia para su desarrollo. Cuando el sujeto percibe que es capaz de superar
y realizar actividades ante las cuales se consideraba incompetente, su
satisfacción es infinita.
Los
niños que no toleran las desilusiones pueden convertirse en adultos
"emocionalmente discapacitados". Así puedes evitarlo
Algunas
ideas para ayudar a nuestros hijos a gestionar la frustración:
- Deja que
haga aquello que puede hacer, aunque lo haga despacio y mal. Aunque
se equivoque o no lo haga de la forma en que tú lo harías. Con ello estás
capacitándole para vivir el error como algo positivo que nos indica cómo
no hacer las cosas (luego es un camino, un faro) y estás desarrollando en
él la percepción de logro y competencia personal, ambas pilares de una
autoestima sólida y resistente a los reveses.
- No
compenses el error haciéndolo tú. Deja que lo vuelva a intentar e invítale a
encontrar por sí mismo nuevas rutas para resolverlo. Permanece a su lado,
tu papel es ofrecer contención y seguridad para que él encuentre su
forma de hacer las cosas.
- Sé
referente. Los niños aprenden, sobre todo, por modelaje y nosotros somos los
modelos a través de los cuales filtran la realidad y aprenden a estar en
el mundo. Si tú vives el error como algo negativo, si abandonas la tarea
cuando te frustras, si vives un revés cotidiano de forma agresiva, estás siendo
incoherente con lo que pretendes transmitir. Revisa tu forma de afrontar
el fracaso, la frustración y el error. Para educar hay que reeducarse.
- No dejes
que se enfrente a aquello para lo que aún no está listo. Hay
situaciones que requieren la intervención de un adulto.
- Ayúdale a
canalizar la frustración de forma constructiva: es
necesario que aprenda a identificarla, nombrarla y después encontrar una
manera de desactivar la agresividad que pueda generar: sencillas técnicas
de respiración diafragmática, el ejercicio físico intenso (correr, saltar,
gritar…).
- Aprender a
esperar; todo lleva su tiempo y espacio, los tiempos de espera son
importantes.
- Valora el
esfuerzo, insiste en dar importancia a las cuestiones que suponen
esfuerzo.
- No
minimices ni anules el llanto. Llorar es una respuesta necesaria, positiva y
posterior a la agresividad que genera la frustración, por tanto, es un
paso previo para neutralizar la impotencia y sentirnos más preparados para
el aprendizaje posterior.
- Sé
empático de verdad. Escucha sus razones y trata de que hable sobre
todo de emociones, de cómo se siente. Hablar de ello, es el principio de
la aceptación y, por tanto, de empezar a encontrar sus propias maneras de
resolverlo. Contar un suceso parecido que te ocurrió a ti cuando eras
pequeño, suele ser percibido por el niño como que estás entendiendo
realmente su situación dado que la viviste y en ese saberse comprendido
hay un enorme camino recorrido.
- La
persistencia en la tarea no tiene que ser seguida ni insistente. Si el
niño está intentando algo que no consigue y se frustra, puede ser bueno
cambiar de actividad y volver a ello más tarde, cuando el ánimo haya
cambiado. Negócialo con él previamente.
- No
dramatizar... no exagerar con respuestas negativas ante los errores de
nuestros hijos. Reconocemos el error y una vez reconocido nos ponemos a
trabajar.
- Dale la
ayuda justa y cuando la pida. Es importante que aprendan también a pedir
ayuda cuando sientan que la necesitan, pero no des más de lo que es
necesario, dale solo aquello que le permita seguir por sí mismo. Los
padres tendemos a hacerlo por ellos en la creencia de que les estamos
ayudando, pero es una ayuda cortoplacista y que parchea una situación
concreta en lugar de generar recursos adaptativos de personalidad a largo plazo.
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